En ese día de junio de principió sin fin donde el enigma de las tinieblas era ambigüedad cohibida y la mente atribulada cabalgaba en las dunas del pensamiento con la melodía del desconcierto.   Fue el tierno movimiento de unas diminutas manos que dibujaban caricias en un rostro atribulado y los cálidos susurros de su voz sin palabras, los que me sacaron de...