SECRETOS DEL PRETERITO V

Son las siete de la mañana cuando la joven doctora se apea del taxi frente al portal del número 33 de Cardenal Silíceo. Donde vive Patricia, su amiga, su compañera, su enamorada del momento, que siempre estará ahí para ella, que, como el “camachuelo común”, regresa al nido de sus brazos. Al menos, eso es lo que ella piensa. En las mejillas rojizas de su rostro, empiezan a identificarse los surcos del cansancio, han sido setenta y dos horas duras de guardia. El cansancio no parece importarle, pues sabe que ahora tendrá el resto de la semana libre para recuperarse, su mirada y el gesto de su rostro denotan un punto de felicidad, aliñada con la pimienta negra de la preocupación, pues es consciente de que tendrá que dar alguna explicación a sus quince días de ausencia.

Alza la mirada levantando levemente el cuello en dirección a la fachada del número 33, en busca de las ventanas que le son conocidas, en la sexta planta. El amanecer comienza a sobresalir sobre los tejados de los edificios, dejando que la sombra de la noche resbalarse por sus estructuradas fachadas para fundirse en el asfalto. Hace ya dos semana que no habla con Patricia, y hoy es uno de esos días que necesitaba acurrucarse entre sus brazos, sentir su piel adormecerse con la suya. Han sido unas semanas muy duras desde la última vez que se vieron, ese día tuvieron una dura discusión por unos absurdos celos infundados, desde entonces la amargura había estado presente en el reloj de su día a día. Espera, que al menos, el enfado se haya diluido como el hielo bajo el sol. Ahora ella la necesita más que nunca…

–Parece que todo está igual que siempre.

Murmura para sí al abrir la puerta y recorrer el pasillo en dirección al dormitorio.

Las persianas bajadas, las cortinas corridas, la puerta del baño abierta y la pequeña lámpara del baño encendida, dejando que su menguada luz ilumine las sombras. Ella, dormida boca abajo sobre las sábanas, desnuda, mostrando su perfecta formada espalda y su fina cintura, producto de horas de gimnasio y piscina, solo con el pantaloncito corto negro de lino que marca su firme culo con forma de manzana, no como el suyo que es un culo de avispa. Lo mismo de todos los días, todo parece igual…, pero hay, algo distinto…, quizás más apetecible. Es uno de esos instantes en los que te sientes atrapado en el espacio sin saber por qué.

Un inocente ruido hace que Patricia se despierte mientras la joven doctora termina de quitarse la blusa; el eco del tintineo de las pulseras al ser depositadas en la bandejita de plata sobre el aparador, se va diluyendo lentamente en las sombras del silencio de la habitación. Se gira frotándose los ojos con el “proximal” de sus manos, disponiéndose a proferir alguno de los exabruptos de los que acostumbra a decir cuando algo la despierta inesperadamente, perdiéndose su sonido en las cavernas de su garganta, al reconocer la figura en las sombras convirtiéndose en un esbozo de sonrisa. Sin embargo, ella no sabe el por qué de ese cambio…, o, quizás si…, su subconsciente le ha traicionado. Carmen, la joven doctora, hace lo mismo ingenuamente como pidiendo disculpas, acercándose a ella, tomándola en sus brazos, mientras se sienta en la cama estrechándose con fuerza, la besa, Patricia cierra los ojos, entreabre levemente la boca soltando un profundo y sentido suspiro, a la vez que abre los brazos comprimiéndola con dulzura sobre su pecho.

–Paty, cariño, perdona mi torpeza. Te he despertado –le oye decir Patricia.

–Sí, me has despertado, te odio por ello, pero no importa me gusta que me despiertes así. Con esa sonrisa.

–Quien sonríe a solas, es que de sus maldades se acuerda.

–¿Cuáles son esas maldades?

Así empieza esta mañana de San Juan, en la que el solsticio de verano ha llegado para quedarse.

Sus vidas continúan por la misma senda, de hace dos semanas. La desazón y su enojo solo han sido un paréntesis de su relación, que se queda encerrado en su abrazo convirtiéndose en un cuenco de porcelana para colocarlo en la vitrina del recuerdo.

Al siguiente segundo, las dos están tendidas en la cama, la una junto a la otra, con los brazos de Patricia en torno a las caderas de Carmen y los dedos atrapados entre el tanga de esta. Y los brazos de Carmen formando una tangente con las caderas de Patricia, con sus dedos explorando bajo el pantaloncito negro en busca de la bóveda secreta bajo la que yace el deleite.

Los ansiados movimientos de sus manos, de sus cuerpos, se interrumpen por unos segundos, deteniendo el tiempo, y se miran en la profundidad de sus ojos. Sus miradas se lo dicen todo: reproches, mentiras, verdades, pesadumbre e indecisiones; consumidas por la espera, yertas de pensar en la ansiedad de su soledad, casi sin aliento por no saber qué decisión tomar, suspiros de anhelos de perdón, se quedan enterrados bajo el Zendale de la pasión y el deseo que ondulante comienza a caer sobre sus cuerpos desnudos…

No es el fin, sino el principio.

Patricia hunde su cabeza en el hombro de la doctora. Qué placer, piensa ella, soslayando levemente la cabeza.

Patricia le susurra al oído con melosa voz de niña:

–Te odio… Me haces daño.

–¡Perdona! Lo siento, amor. No era mi intención hacerte daño.

–Me haces daño aquí –dice señalando su pecho derecho.

–¡Ah!. Deja que la doctora te lo cure.

Le besa en la frente y sus labios resbalan lentamente por su rostro hasta llegar al pecho señalado. Allí su boca se entreabre y la punta de su cálida lengua masajea su pezón.

–Ya no te odio.

Murmura Patricia, apretándose más al cuerpo de su joven doctora, empezando a circunscribir parábolas imposibles con sus contoneos, mientras sus dedos buscan el pubis de ella. Sus cuerpos se enlazan con fuerza, mientras las manos de cada una se enzarzan en un desconcierto apresurado por deshacerse del tanga y del pantaloncito negro, hasta quedarse desnudas y sus cuerpos enredados en movimientos imposibles. Los poros de su piel se abren brotando saltarinas gotas de sudor, como cráteres de un volcán escupiendo lava, es el fuego de la pasión. Patricia se estremece, mientras unas rebeldes lágrimas de felicidad recorren su rostro. Carmen, comienza una sinfonía de suspiros, mientras interpretan el ballet del amor.

Después de un tiempo, en que el reloj no cuenta, pues se ha congelado, el eco del suspiro cubre el Zendale del frenesí, y las lágrimas se transforman en el zafiro del delirio, sus cuerpos se dejan caer, uno al lado del otro, extenuados, sudorosos, saciados, pero desprendiendo el aroma de la felicidad. Cuando el éxtasis se hubo aplacado, Patricia sintió la inevitable necesidad de decir:

–Hueles a formol y anestesia… Pero ha sido maravilloso.

–Lo siento, llevo setenta y dos horas de hospital y quirófano…, una locura. Tenía prisa por abandonar el infierno, que no me he duchado antes de salir. Voy a darme un baño… ¿Te bañas conmigo?

Las dos se levantan del meandro en que se ha convertido su cama envueltas en la sábana, dirigiéndose al baño. Patricia se adelanta ligeramente, colocando el tapón de la bañera, vertiendo un puñado de sales de Epson, un componente inorgánico que contiene magnesio, azufre y oxígeno, y dos tapones de aceite de coco, a la vez que abre el grifo de agua caliente. La cascada de agua cae con fuerza rociando las frías paredes blancas de la bañera “Formoso.”

Necesitan purificar la piel, para limpiar el cuerpo y el espíritu.

Se desprenden de la sábana que portan y se sumergen en la bañera. Carmen, entre las piernas de Patricia, con la cabeza reposando sobre su pecho.

–Tengo que contarte algo… He oído una cosa…, que no sé si…

–Sí, amor. ¿Qué es lo que te preocupa?

–Sobre…, tu amigo Beltrán y su esposa.

–¡Sí!. No son amigos, conocidos nada más. El amigo realmente es Jorge Javier… ¿Qué has oído? –dice besándole la nuca y acariciando uno de sus pequeños pechos.

–¿Lo conocías?

–No mucho. Los conozco mas por lo que cuenta Jorge Javier, que por otra cosa… Creo que nos habremos visto… una docena de veces a lo sumo, aparte de la primera vez que me lo presento Jorge Javier allá por los ochenta. Uff, de eso hace ya una eternidad. Tú aún no habías nacido querida.

–¿Jorge Javier de qué lo conoce?

–De cuando eran críos con pantalón corto. Fueron al mismo colegio, y eran de la misma caterva, cuadrilla o pandilla, como se decía en aquella época.

–Entonces, ¿también conocerá a Pascual Fonseca, el escritor?

–Sí, era de la “banda”… ¿Cómo es que estás tan enterada? No sabía que…

–Trabajo en un hospital. Recuerdas. Las salas de espera, y el área de descanso de las enfermeras son una gran redacción de periódico. No te imaginas de lo te puedes enterar.

–Me lo imagino. Siempre con la antena puesta, y cuando se reúnen en grupo son como los de “sálvame” te despellejan. Pero, cuenta, cuenta, que se comenta.

–Que Beltrán le había quitado la mujer de Fonseca, que era su mejor amigo, y que este se fue de casa y ahora ha vuelto para vengarse. Que Beltrán y su esposa se estaban separando y que ella ha vuelto con el escritor y por eso Beltrán la mato, ya que el mismo día los habían visto juntos aquí en Madrid discutiendo en la puerta de un centro comercial. Que si el tal Beltrán es un…

–Me parece que nada de eso es lo que paso. Por lo que sé, es más complicado que todo eso.

–Así que Jorge Javier lo conoce muy bien y además son amigos del escritor. Por cierto, a ver cuándo me lo presentas. Que ya va siendo hora.

–Cuando tú quieras cariño. Se encuentra ahora en Madrid, como sabes… Hoy mismo, mañana. Después de lo ocurrido con su hermano, se quedará hasta primeros de mes. Así que cuando quieras le invitamos a cenar.

–Sí. Me parece bien. Así podre preguntarle cosas sobre el escritor… No me mires con esos ojos, soy una fan incondicional y lectora de los thrillers. Sabes que el suspense me apasiona. ¿Sabes si Jorge Javier mantiene contacto con Beltrán y con Fonseca?

–Con Fonseca no. Como sabes, Pascual Fonseca. desapareció hace ya casi más de una década, y desde entonces, nadie, nadie, ni sus amigos íntimos han vuelto a saber nada de él. Pascual Fonseca, tenía un grupo reducido de amigos, cuatro exactamente, con los que formaban una piña desde que eran unos críos de cinco años, eran como hermanos, entre los que esta Jorge Javier y el propio Nicolás Beltrán, es más te puedo decir, y Jorge te lo puede confirmar, que Beltrán y Pascual ya eran amigos desde antes de nacer, por así decirlo, sus familias son muy amigas, vivían en la misma casa puerta con puerta, nacieron el mismo día y se criaron juntos. Pues bien, ese grupo de amigos no han dejado durante una década de buscarlo, ahora ellos ya le dan por muerto. Aunque la esperanza de que un día aparezca no la dan por perdida…

Patricia sabe que no está diciendo toda la verdad sobre Pascual Fonseca, lleva tanto tiempo ocultándola que instintivamente cree que lo que dice es la verdad.

»Con Beltrán sí mantiene contacto, antes cuando este vivía en Nueva York se veían a menudo, ahora que él reside aquí, en España, solo se ven cuando Beltrán va a Nueva York a ver a sus hijos, una vez al año, o cuando él viene a Madrid. Eso sí, Jorge Javier y Beltrán, mantienen el contacto telefónico… No sé si sabes que Beltrán ya ha estado casado anteriormente, y tiene dos hijos de ese matrimonio.

–Entonces, Jorge Javier debe estar muy afectado.

–Sí. Y unido a lo que le ha sucedido de su hermano hace una semana, realmente está bastante afectado, el pobre. ¿Por qué lo preguntas?

–Por nada especial. Es que he oído en el hospital que, según parece, su amigo ha tenido algo que ver en la muerte de su mujer. Por lo visto, estaban separados, se comenta que existía algún tipo de maltrato por parte del marido. Dinero, celos y ambición.

–Desconozco por completo los avatares de su jardín. Pero no creo que eso sea cierto, por lo poco que yo sé sobre esa relación. La gente habla más de la cuenta desde la ignorancia. La gran aliada de la “gran duquesa”, la falsedad… Es pronto para asegurar algo concreto.

–¿Por qué esa manía de zaherir a las mujeres?

–No tengo una respuesta clara para eso. Nunca he sido capaz de comprenderlo, ni de entenderlo.

–Las mujeres también maltratamos, de alguna manera, a los hombres. Quizás por eso…

–Sí, querida. Pero nosotras lo hacemos con sutileza.

–¿Por qué algunas mujeres…?

Les estremece el repentino e insistente sonido del teléfono fijo de casa, interrumpiendo su conversación. Se miran preguntándose quién podrá ser a esas horas. Patricia hace intención de levantarse para cogerlo de mala gana, pero se queda a medio camino, recuperando su postura original; el contestador ha saltado, y el desconsiderado que ha tenido el atrevimiento de llamar a esa hora temprana, en que los rayos de sol aún están fríos, comienza a dejar un mensaje:

“Buenos días doctora Carbonell. Soy el comisario jefe Antón Freixa. Perdone que le moleste a estas horas. Pero precisamos de sus servicios. Se trata del asesinato de la “Concertista”, la mujer que ha aparecido muerta en la habitación del hotel Miguel Ángel, como seguramente ya se habrá enterado. Cuando oiga este mensaje, a lo largo de la mañana, póngase en contacto con el forense, doctor Caniellas, para que le informe. Hablaremos después de que se haya puesto al corriente. Gracias, doctora, y espero me perdone. Pero nos urge contar con su punto de vista”.

»Vaya por una vez se van a cumplir mis deseos. Tengo que llamar a Jorge Javier para decírselo«, piensa Patricia.

Después de los tres minutos de desconcierto, cuando el eco de aquel mensaje se disipa en el bosque de sus mentes, todo vuelve al sitio de partida. No dicen nada, una no pregunta y la otra no responde, la una frente a la otra, solo dejan que el silencio hable. Las dos se observan en la profundidad de su mirada y una pícara sonrisa de felicidad se dibujó en sus rostros, comenzando uno de esos momentos que guardas en los sueños de tus recuerdos para siempre.

Patricia bajo su mano escondiéndola bajo la espuma, sus dedos buceaban hasta encontrarse con la epidermis de ese muslo firme y suave de Carmen. Se detuvo un instante, mientras decide el siguiente movimiento. Los dedos de su mano derecha, comienzan a deslizarse, lentamente, por la parte interior del muslo de Carmen, esta cierra los ojos, para seguir con su mente el recorrido de los dedos de su amiga, como en trance, esperando un final que se hace eterno, por lo que decide entrelazar sus dedos con los de Patricia, arrastrando su mano con una leve presión, hacia su entrepierna, a la vez que se va escurriendo lentamente hasta juntar los pechos y sus vientres. Deja libre los dedos de Patricia, cuando estos alcanzan el vello de su pubis, mientras los suyos, sus dedos, se abalanzan apresuradamente sobre el clítoris de su amiga, separando los labios de su sexo desmesurado por la ansiedad… No dicen nada, no piensan en nada, solo se dejan llevar por el caballero deseo…

Los pinceles de sus dedos comienzan a pintar, cuidadosamente, el baile de sus cuerpos desnudos en el agua, las caricias de su piel, la pasión de sus sentimientos, en el tiempo sin tiempo.

6 Comments
  • meatovmearov
    Posted at 11:33h, 06 marzo

    Buen relato. Me agrada.

  • Pilar Astray Chacón
    Posted at 12:09h, 06 marzo

    Genial, me ha gustado mucho

  • Slictik
    Posted at 18:25h, 02 abril

    Tengo una duda, si el texto forma parte de un relato más largo, tal vez una novela, o si se trata de un relato completo. En este último caso, a mi entender, quedan demasiadas cosas en el tintero, demasiadas elipsis que desconciertan un poco al lector. Al principio parece un relato erótico con importantes dosis de drama, amor y desamor, una relación de pareja con sus complejidades, para luego, en un giro muy interesante, hace atisbar un inicio de relato policíaco o de novela negra. Está muy bien narrado y la historia interesa, pero hay demasiadas preguntas sin contestar. Imagino que se trata de un relato mucho más largo en el que esta secuencia tiene pleno sentido. Una sugerencia como lector, creo que hay pocas etiquetas, al menos yo me siento un poco desconcertado cuando busco una serie de textos que estoy siguiendo. La etiqueta «relatos» parece englobar varias series de textos. Te sugeriría que pusieras una etiqueta para cada serie distinta de textos, aunque puedan estar englobados en la general de relatos. Sería mucho más fácil localizar todos los textos de una serie que el lector vaya siguiendo. Desconozco las posibilidades del formato, pero mi impresión es que ya tienes demasiados textos para tan pocas etiquetas. Un abrazo.

    • www.sеху.bzfos.ru
      Posted at 02:50h, 03 abril

      !!!!