UNA NOCHE DE PANICO

¡Por fin!. Tras tres  semanas  agotadoras  y  estresantes  de trabajo  en  el  estudio,  había podido  escaparme  de  la  agobiante  urbe  de  Madrid  para  descansar  en el viejo pazo familiar, una antigua construcción del siglo XV que siempre había pertenecido a mi familia y  que yo había  heredado  de  mis padres, no tengo muy claro lo que hacer con ella solo lo utilizo como refugio para escapar de la ajetreado día a día. Y aquí estoy frente a la antigua verja de hierro forjado del viejo palacete, salgo del coche y empujo los dos lados de la verja abriéndola de par en par y durante un instante me quedo observando lo que tengo delante de mí y narrándomelo para mí en el silencio de aquel atardecer,  los recuerdos que aquella vista traían a mi mente.

Frente a la entrada principal del pazo había un inmenso jardín que colindaba muy verde con un bosque de flores y pinos. No muy lejos de allí, del otro lado del bosque, había una alberca recién construida que, cuando estábamos libres de prisas y castigos y el fresco amainaba, esperaba limpísima para bañarnos y divertirnos. Recuerdo que dos días después de un ataque de asma brutal un día de sol radiante y alegre, no pude siquiera tocar el borde húmedo de la reluciente piscina. Siempre pensé que moriría a causa de uno de esos embates mortales que asfixiaban mi existencia cada vez que intentaba algún ejercicio físico o la ansiedad me envolvía, pero bastaban sus dulces palabras y unos suaves masajes alrededor de mi ombligo para que mama devolviera a mi alma la paz y el sosiego que había perdido. Este es el ultimo recuerdo que tengo de mi madre unos días antes de su desaparición y desde entonces no he vuelto a tener esos terribles ataques de asma.

Aquí  estoy,  es  de noche,  y  me  encuentro  sentado  en  mi  butaca  de  orejas  preferido, herencia  del  abuelo,  en la  biblioteca  del pazo mirando  atreves  del  ventanal  el  sauce  llorón  que  crecía  en  el inmenso  jardín que rodea a la vieja casona de piedra, también  cuidado  y  mimado  por  Susi,  mi  adorable  Tata. El pazo no  sería  lo  que  es  si  no fuese  por  ella  y  por  Fermín y Juana  el  matrimonio  guardes  que  ayudan  en  el  día  a  día   a  la  quisquillosa y  a  la vez  adorable  Susi. Ella que había cuidado de tres generaciones de Vega-Rodrigo de Bunorroti, mi abuelo mi madre y a mí, ella que siempre había sido mi compañera de juegos de chiquillo y nunca fue tratada ni vista en la casa como una criada, incluso reemplazo a mi madre tras su misteriosa y repentina desaparición de nuestras vidas

Yo seguí ensimismado observando con fascinación al sauce llorón; si se miraba con cuidado, como cuando miro a Carmen subiendo por el sendero que da al jardín en una mañana de primavera, se podía ver como de sus imponentes ramas caídas hacia el suelo desprendían destellos de luz multicolor que la luna reflejaba  en las ramas del sauce y el viento de aquel día de invierno zarandeaban de un lado para otro, me parecía que fuese como rayos de sol inundando cada rincón de la biblioteca… la musiquilla de mi ipad me saco de mi ensimismamiento.

– Si Beatriz dígame. – era mi secretaria

-Don Nicolas, el proyecto ya se ha entregó al Señores  Puga, quieren concertar una cita para el martes a la una.

-Mire  la agenda y dígame que tengo para el martes.

-El martes a primera hora en la Notaria y a las once tiene una reunión en el ayuntamiento con el concejal. Por la mañana no tiene nada más

-Beatriz llámelos usted y dígales que si les viene bien a la una y media en mi despacho. Envíeme un correo para confirmarlo, ya que tendré el teléfono desconectado. Algo más…

-No, no señor

-Buen fin de semana Beatriz. Dije apagando el teléfono y des-conectándolo, no quería que nadie me molestase

Encendí  la luz que tenia sobre la mesita al lado de la butaca, estire mis piernas colocándoles sobre el banquillo que tenia a los pies de la butaca y me dispuse a leer un exótico libro que a mi mente traía gratos recuerdos de mi infancia, pues hacía tiempo que había encontrado en sus líneas una inestimable compañía para mis ratos libres. Los libros en general siempre me han hecho una muy buena compañía en mis momentos de asueto, pero este en especial cada vez que lo leía me trasladaba a otro lugar a otro tiempo que hacía que me sintiese distinto. Abstraído leía palabra por palabra, pagina por página…en esos momentos la magia del libro hacia que no existiese el mundo a mí alrededor.

Sin embargo, el idílico momento en el que estaba sumiso fue interrumpido por un extraño ruido que provenía del exterior de la casa. No le di demasiada importancia, pues se acercaba una gran tormenta, según me había dicho Fermín cuando llegue a mis dominios, y el viento seguramente había tirado algo, pensé en ese momento en que salí de mi abstracción y continúe leyendo no dándole importancia.

Pasaron unos minutos y no había conseguido concéntrame  de nuevo en mi lectura.

El sonido del viento que penetraba atreves del ventanal siempre me había llamado la atención sobre todo cuando estaba en esta casona y hoy no era excepción. Yo creo que ese sonido que es como le sonido de la voz de las almas en pena, como dicen los lugareños de este rincón de Galicia, que gritan para que sean liberados de su pena y agonía.

Pero en ese instante otro extraño ruido se sobrepuso al agudo silbido del viento, entonces en mi mente comenzó a tejer  una serie de paranoias sospechosas mi cerebro me está diciendo que hay alguien merodeando por  el exterior de la casa queriendo entrar como cuando era niño  y entraron aquellos hombres para llevarse a mi abuelo y el viejo Manuel escopeta en mano los amedranto y salieron corriendo. Solo de pensar en ello se me ponen los pelos del bello de punta. Aun hoy después de tanto tiempo mi cuerpo se sacude cuando pienso en ello, recuerdo que cuando era niño en las noches de invierno el sonido del viento hacia que me acurrucase bajo las mantas de mi cama porque creía que venía al quien a llevarme y gritaba llamando a Susi y ella llega apresuradamente y me acurrucaba entre sus brazos.

En estos momentos mis miedos infantiles al viento la oscuridad los ruidos inesperados se estaban adueñando de mí, levantando de la butaca a la vez que digo:

-Fermín, Juana,  Fermín

Fermín y Juana entran apresuradamente en la biblioteca

-Que desea el señor- pregunta Juana

-No pierdan ni un minuto, miren que todas las ventanas y puertas estén perfectamente cerradas.

-Esta todo cerrado. –Contesto Fermín

-Vuelvan a comprobarlo, me ha parecido escuchar ruidos extraños fuera de la casa

-Ya estas con tus paranoias Nicolás –dijo Susi detrás de Fermín y Juana– ya eres mayorcito para que continúes con estas tonterías infantiles, te voy hacer una Tila para calmar tus nervios

-Hale vosotros ir a comprobar lo que dice el señor

Dándose la vuelta salieron de la estancia dejándome solo, mientras oía a Susi hablar en voz baja mientras se iba hacia la cocina.

Encendí todas las luces de la biblioteca y dirigiéndome al ventanal observé a través del mismo por si veía a alguien allí fuera coloque las manos sobre mi cara y las apoye en el cristal escudriñando la oscuridad del jardín, no veía nada, me aparte de la ventana y observo las pastas del libro sobre la mesa auxiliar alargando el brazo para cogerlo pero no lo hago y me dirijo hacia la mesa del escritorio para coger mi pipa cojo el tabaco, pienso mientras me la preparo que me ayudara a relajarme, la enciendo con dos largas caladas para que vaya tirando.

No dejo de moverme con la pipa en la boca, estoy ansioso y alterado, necesito tener noticias de mis sirvientes.

De repente se fue la luz y los rincones de la biblioteca antes iluminados con la luz de la lámpara de pie quedaron en penumbra. Tanteando en la oscuridad, halle varios candelabros con velas que Susi tenía por toda la casa como esperando a ocasiones como esta, antiguamente recuerdo si era casi diariamente que ocurriese. Las encendí, de mucho no servían puesto que la habitación era muy espaciosa y no llegaba la luz a iluminarla.

Según iba pasando el tiempo mis nervios se fueron calmando, aunque oía el tic tac del reloj de pared que se encontraba en living de la entrada algo y no sé muy bien porque me calma.

Finalmente ya más tranquilo pude sentarme en el sillón a la espera de las noticias que me trajesen cualquiera de los sirvientes que se encontraban en la casa, intento continuar con la lectura pero no logro concentrarme con lo cual cerré el libro por la pagina en la que estaba.Trataba de que los ruidos no dominasen mis miedos y mis nervios, con lo que dirija mis ojos buscando un punto determinado hasta que finalmente lo encontré y fije mi mirada en el centro de la flamante llama de la vela que está situada sobre el zaguán de la ventana.

Por un instante creía que todo era un sueño, me sentía transportado, fuera de mi cuerpo, estaba como en éxtasis; me encontraba en una extraordinaria e ininterrumplible paz interior. Pero el vaivén de una puerta habiendo y cerrándose  me hizo salir de mi éxtasis momentáneo. Provenían de una puerta exterior de la casa que daba al sótano y que yo personalmente me había encargado de cerrar con llave ¿Cómo es posible que el viento la había abierto?

Sin darme cuenta, me encontraba frente a la puerta del sótano que yo había cerrado esta misma tarde la puerta se estaba agitando violentamente contra el alfeizar de piedra de la misma.

Sujete el pomo de la puerta y antes de cerrarla definitivamente, observe desde el exterior de la misma el profundo y oscuro sótano; los relámpagos que en ese momento se estaban produciendo iluminaban hasta el fondo del mismo, el efecto de los mismos y desde la entrada misma producían una perspectiva que parecía que se hubiesen abierto las puertas del infierno.

Las gotas de lluvia corran por mi rostro adentrándose entre la camisa recorriendo mi cuerpo empapándome. El viento los truenos y los relámpagos unidos a los portazos de las contra-ventanas me están desconcertando. Con un movimiento brusco cierro la maldita portezuelo del sótano que me había traído hasta donde me encuentro ahora maldiciendo

– Maldito tiempo, joder con la puertecita de los cojones contra que está tropezando ahora

Me agacho y con la mano retiro el trozo de madera que no me deja cerrar la puerta y tiro de ella con la otra cerrando la puerta.Cae un relámpago iluminándome y observó que mi mano se encuentra chorreando un liquido rojo, bajo la vista desconcertado y me encuentro bajo mis pies un charco de agua y lodo teñido de rojo me agacho para tocar lo que aquello era a la vez que miraba para descubrir de donde venia aquello que parecía sangre era sangre, dando un salto hacia tras perdiendo el equilibrio y quedando sentado en el charco de agua y lodo, aterrado me levante y corro como enloquecido hacia la entrada de la casa dando un traspiés entro en casa rápidamente y cierro la puerta al mismo tiempo que le doy dos vueltas a la vieja llave.

Tiritando y empapado hasta el tuétano como estoy me dirijo al baño que se encuentra en el hall de la entrada al lado de la entrada a la cocina, cojo la toalla que se encontraba sobre la cesta de mimbre que Susi había colocado y mientras me seco pienso y me pregunto: < ¿Quién había abierto la portezuela del sotano?, ¿De quien era la sangre de la entrada al sótano?, ¿Seria sangre o pintura? Termino de secarme y subiendo la escalera me dirijo a mi habitación, cojo una camiseta del armario y los viejos vaqueros raidos que uso cuando salgo a pasear por el jardín mientras me cambio por la vergüenza que yo siento de mi mismo, armado de un coraje, descontrolado por la vergüenza, tomo el candelabro grande que se encuentra en el mueble de la entrada saco el mechero y termino de encender las velas que estaban apagadas, me dirijo a la portezuela  de acceso al sótano, que se encuentra debajo de la escalera de piedra, agarre con decisión el pomo de la portezuela y lentamente abrí la pequeña portezuela que conducía al sótano.

– ¡Fermín ¡¡Fermín! llame.  Nadie me contesto. Estarán cerrando las contras porque con este temporal el viento terminara por mandarlas al carajo. Pensaba.

Comienzo a bajar la escalera de madera.

– ¡Joder! ¿Quién anda ahí? Dije en alto

Nadie contesto, y me doy cuenta que era el ruido que producen las escaleras de madera bajo mi peso y mi propia sobra reflejada la que me habían hecho imaginar que había alguien allí abajo.

Llego al final de  la escalera y camino sobre el suelo de piedra y tierra del viejo sótano siento como mis zapatillas se empapan de agua.

– ¡Joder! todo el suelo está lleno de agua de la lluvia.

Muevo el brazo dirigiendo la luz hacia todos los rincones intentando encontrar algo, solo veo las viejas estanterías de madera repletos de las cosas de mi madre de  libros y legajos de la familia y que mi padre

había ordenado a Susi que los guardase en esta parte del sótano, mientras decidiese que hacer con ellos, nunca llego a decidirse y allí se encontraban todavía <jolines un día de estos tengo que ponerme a inventariar todo esto y ver que hago con ello>pienso mientras sigo moviendo el brazo con el candelabro buscando no se qué. Todo está muy sombrío, entorno los ojos para agudizar la vista para descubrir el menor movimiento, estoy en continua alerta.

Seguí moviéndome por el sótano sin importarme la humedad de mis pies, hace mucho tiempo que no visito esta parte del sótano; observo las estanterías llenas de legajos, libros y diversos objetos, viendo todo aquello con la tenue luz del candelabro a mi mente vienen recuerdos lejanos cuando este lugar, fue apartado del resto del sótano y cerrado con llave por mi padre, este lugar me estaba prohibido ahora my imaginación del niño curioso que había sido me está llevando a pensar en aquellas sorprendes historias que me inventaba y le contaba con insistencia a la tata Susi y ella como respuesta me mostraba su sonrisa.

Estoy absorto en mis recuerdo cuando de repente oigo unos extraños ruidos hacia mi derecha y giro mi mano con la luz enfocando de donde venían esos extraños ruidos, no veo nada pero un ruido agudizo el oído y puedo distingo el ruido que se está produciendo; parece que son como pezuñas de un caballo golpeando enérgicamente sobre el suelo y de una cadena se arrastrase por el suelo al mismo tiempo que el ruido agudo de las pezuñas. El piso de madera cruje cada vez más fuerte, y estos ruidos se están acercando a mí, sigo moviendo la luz escudriñando con mi vista hacia donde salen los ruidos pero no logro ver nada de nada. Mi corazón se acelera, siento como late fuertemente, gotas de sudor recorren mi cara, a mi mente acude el recuerdo olvidado de lo que me contaba el viejo guardes Ramiro de lo que había en esta parte del sótano al que se me tenía prohibido la entrada y hasta el preguntar a la gente de la casa, ese recuerdo me está paralizando de terror. Este miedo aterrador que siento me hace recordar los momentos importantes de mi vida, mi infancia con mi madre, mi infancia sin mi madre, cuando mi madre desapareció, mi primera comunión, mi boda, mi separación, mis hijos, mi trabajo, en Mari, en Dios. Un grito de Susi llamándome desde arriba.

-¡Señor, Señor! Venga rápido, por favor corra ¡Señor, Señor!

-Ya voy, Susi.-grite

Girando bruscamente, apresurándome hacia la escalera, subí corriendo la escalera…

-¡Hay! ¡Mierda puta! – grite

La tabla del peldaño cedió bajo mi peso quedando mi pierna atrapada.

Intento sacarla y no soy capaz, poso el candelabro el peldaño superior y con las dos manos intento sacar mi pierna del maldito peldaño de madera, pero nada no puedo liberarme, mi corazón late con fuerza, me desespero, los ruidos extraños cada vez se acercan mas me aterroriza y la desesperación va en aumento, giro la cabeza hacia donde provienen los ruido y la vuelvo mirando hacia la puerta de entrada al sótano deslumbro una silueta y grito.

-¡Susi, Juana, Fermin! estoy aquí abajo atrapado

Susi aparece en lo alto de la escalera bajando hacia mí.

-¡Hay Señor, Señor! que le ha pasado. ¡Hay! niño Leo como se te ocurre bajar solo al sótano

Cogiendo el candelabro y lo coloca en el rellano de la escalera, baja hasta donde me encuentro y me agarra por debajo de los brazos tirando de mi hacia arriba ayudándome a liberarme del agujero de la escalera. Mecánicamente tomo la decisión de averiguar de dónde procedía aquella sangre, porque estoy convencido de que es sangre, termino de vestirme y salgo de la habitación y bajo las escaleras y con un sabor amargo en mi boca, no sé si por el miedo o

-Espera Susi, deja ya de rezongar y ponte detrás de mí y sujéteme  mientras intento yo liberar un poco la pierna y así después me podrá ayudar mejor.

Susi se coloca detrás de mí en el peldaño inferior

-Susi, ya estas preparada

No obtengo respuesta y giro la cabeza para ver qué es lo que está haciendo, miro su rostro y descubro en él una sensación de pánico, está completamente blanca inexplicablemente pálida parece que está viendo la cara de la muerte al mismo tiempo que grito

-¡Que es eso!

Giro la cabeza y agarro con fuerza mi pierna atrapada tirando hacia arriba de ella consiguiendo liberarla, con el impulso Susi pierde el equilibrio cayendo sobre el suelo del sótano. Me pongo de pie y observo a Susi sobre el suelo, bajo los tres peldaños que nos separan esta pálida y descompuesta no deja de apartar los ojos de donde procede el ruido, la cojo en bazos y con la pierna dolorida subo como un poseso las escaleras de dos en dos con Susi en mis brazos. Al llegar al living, dejo a susi  sobre la silla y aseguro la portezuela del sótano con la barra de hierro y le doy una vuelta de llave. Escucho llegar apresura mente a Fermín y a Juana gritando y descompuestos. Fermín dice:

-Señor, escuchamos los gritos, ¡¿Qué ocurre?!

-¡Hay algo ahí abajo…en el sótano de…! Susi lo ha visto, ¿Susi qué era eso?- dije casi sin aliento girándome.

Fermín y Juana me miraban con los ojos abiertos, un largo silencio corta el aire del ambiente, mire a Fermín  y a Juana incrédulo como buscando una respuesta que no encontré solo sus rostros desconcertados; Susi mi Tata no estaba allí sentada donde yo la había dejado.

-Rápido  Fermín busquemos a Susi, Juana usted vaya a la cocina, no puede estar muy lejos después de la caída apenas podía moverse – dije

Fermín  y yo nos dirigimos hacia  el vestíbulo principal y la biblioteca…….

-¡Señor Leo, Señor! Dijo Juana desde la entrada de la cocina

 Nos giramos y nos dirigimos hacia donde se encontraba Guaniquí era la entrada de la cocina

-He oído gemidos dentro de la cocina Señor  Leo.

Juana  se aparto de la entrada de la cocina y asustada tomo la mano de su marido Fermín. Yo les mire y entre en la cocina, pegados a mi espalda estaban  mis asustados criados, aunque yo en mi interior esta aterrorizado, desde la puerta vimos tirad en el suelo al lado del fregadero frente al ventanal de la cocina a mi Tata Susi, apresuradamente nos abalanzamos sobre ella los tres, la levantamos y la pusimos en su sillón de mimbre que ella tenía en la cocina; Susi hablaba en voz baja, apenas se le escucha y lo que dice no tiene sentido.

-¡Ah! Era  un mostro…feo…pelos…, venia hacia mi…. Venía a buscar… me….su cara.-dijo agitándose y con los ojos fuera de sus orbitas

-Susi ¿Qué has visto? – le pregunto

-¡Susi, Susi! ¿Qué te pasa?

La sujeto por los hombros y la zarandeo, abre los ojos murmurando algo que no logro entender, los cierra a la vez que vuelvo a zarandearla para haber si reacciona. Le suelto los hombros he intento tomarle el pulso, no logro encontraselo, un hilillo de sangre está empezando a brotar en la comisura de sus labios.

-Juana, valla al teléfono y llame a Don Anselmo el médico, y dígale que se acerque que Susi se ha desmallado.

No he terminado la frase y veo salir a Juana de la cocina corriendo. Me giro y veo a Fermín con los ojos abiertos como platos mirando fijamente a Susi

–  Fermín – le cojo del brazo moviéndoselo – encienda todas las velas de la casa, y traiga unas linternas. Me ha oído Fermín

–  Si Nicolás, ¡oh perdón! señor, velas…si, si, si velas

A la vez que se encamina hacia el cuarto de la cocina donde se guardan las cosas de la casa.

Entra Juana toda apresurada y casi sin aliento en la cocina diciendo.

–  ¡Señor, Señor! el teléfono no funciona, debe estar cortado…-mirando el cuerpo inmóvil de la Tata – ¿la señora Asunción está muerta?

–  Que tonterías está usted diciendo Juana, ¿Quién es Asunción?

–  Señor Nicolás pero no sabe….

–  ¡Ya, ya, ya! Ya se Juana, ya sé quién es Asunción – no dejándola terminar.

Ya no me acordaba del verdadero nombre de mi querida Tata Susi, como nunca le había llamado así, bueno recuerdo que cuando era pequeño y me reñía, yo la llamaba Asunción para hacerla rabiar.

–  Juana deme el número de teléfono de Don Anselmo. ¿Lo sabe?

Un alarido agudo y profundo, nada parecido al de un ser humano, irrumpió en el silencio mortal de la noche; ni siquiera el eco se atrevió a repetirlo. Además, se podía oír que la portezuela que daba al sótano era golpeada desde atrás. Comenzando a temblar como si de un terremoto se tratara.

-¡Vámonos ya mismo! Subamos al coche -dije casi gritando gritando.

Salimos los tres de la casa corriendo, llegamos al coche. Intenté encenderlo, pero no podía, el nerviosismo no me dejaba. Después de algunos intentos, encendió, y salimos de la finca, no sin antes ver el interior de la casa por una de las ventanas.

La terrible lluvia me impedía ver el camino y el ímpetu del viento desviaba el auto. De pronto el coche se detuvo, atónitos nos miramos mutuamente. Hacia la izquierda del camino se lograba ver una gran estructura, seguramente era esa antigua casona abandonada

– No hay más combustible – dije inquieto.

Decidimos quedarnos dentro del coche por un tiempo, pero la lluvia e el viento la no se calmaban; además, el coche se agitaba tanto que comenzamos a pensar que lo mejor seria refugiarse en esa vieja casona abandonada. Salimos del coche, y corrimos hacia el pórtico de entrada… la puerta estaba abierta, seguramente el viento la había abierto.

Llegamos a una habitación inmensa, llena de polvo y telarañas por todos los rincones. Sólo yo subí las grandes escaleras mármol blanco tamizadas por un espeso polvo; Fermín y Juana se quedaron en el vestíbulo. Los muros de la casona eran tan gruesos que apenas si se escuchaban los truenos.
Llegué a un corredor, una de las puertas estaba abierta y decidí entrar. Era una habitación rústica y muy amplia, pero lo que más me extrañó fue que había un farol encendido sobre el aparador de la entrada, me aproximé a una de las ventanas y  deje que mi mirada se perdiera en el nebuloso horizonte. Desde allí la tormenta se veía terrorífica, un rayo tras otro iluminaban las espesas nubes que no dejaban de moverse como un remolino. En medio de ese temporal logré ver el coche, el cual tenía las luces prendidas, aunque no recordaba haberlas dejado encendidas. Al girarme para salir de la habitación me sorprendió ver un viejo baúl abierto, pero más aún que el propio baúl me sorprendo que del mismo fluía un liquido viscoso color rojo. La piel se me erizó, nuevamente una imagen del pasado, de la sangre enlodada, se hizo patente en mi mente. Bajé las escaleras corriendo, y le dije a Juana:

– ¡Está aquí! Viene a hacia nosotros… salió del baúl. ¡Nos quiere matar!.

– Fermín –grité.

Él cayó al suelo y, como a Susi, de su boca brota una espesa sangre.

Juana y yo quedamos paralizados unos segundos; lo que sucedía era increíble.

– ¿Qué está pasando señor?

– Está muerto,  y lo estaremos nosotros también si no hacemos algo pronto. -dije.

– ¿Pero qué es? ¿Qué ocurre? Patrón, no sé qué hacer. Dígamelo usted.

– Creo que sé lo que es. El pasado nos persigue.

Juana queda pálida como un folio al mirar la puerta

– ¡Esto es imposible! Es imposible… – gritó agitada.

-¡Qué Juana! ¿Qué es lo imposible? -dije con temor.

Pero en ese momento ella cayo arrodillada sobre el piso.

Giré lentamente para mirar por la puerta y observé lo que tanto había ansiado ver, lo que me tenía atormentado durante el pasado y ahora se materializaba, lo que sin explicación había matado a Susi y a Fermín; lo que en una palabra me mataría a mi también.

7 Comments
  • Marijose Luque Fernández
    Posted at 16:03h, 20 junio

    Sublime Pippo.
    Buena tarde

    • pippobunorrotri
      Posted at 22:06h, 20 junio

      MUCHAS GRACIAS MARIJOSE, UN ABRAZO

  • juanmiguelesteban
    Posted at 20:47h, 20 junio

    Desconocía esta faceta, de relatos de estas características. Enhorabuena

  • Jonathan V.
    Posted at 01:10h, 23 junio

    Buen suspenso…atrapa la lectura.
    Y te quedas queriendo que Don Nicolás te describa lo que vio…

  • Slictik
    Posted at 10:09h, 27 junio

    El terror psicológico juega con nuestros miedos más profundos y ancestrales y no hay mejor entorno que la naturaleza y la soledad. La mente es nuestro peor enemigo, nos lleva a los abismos más profundos sin necesidad de viajar por dimensiones extrañas. Cuando no estamos solos y el miedo es compartido se intensifica aún más porque ya no nos queda la disculpa de pensar en el extravío de nuestra mente. El relato me recuerda un poco a Lovecraft, esos monstruos invisibles que parecer formar parte de nuestro lado más oscuro. Está bien narrado. Solo una pega, en un párrafo se repite la palabra «ruido» tantas veces que llama la atención, te sugiero buscar sinónimos o la forma de narrarlo sin hacer tantas veces referencia al ruido. Un abrazo.

    • pippobunorrotri
      Posted at 10:46h, 27 junio

      PODRÍA SER «CHASQUIDO» LO TRENDRE EN CUENTA CUANDO LO VULVA RELEER.UN SALUDO