AQUEL PRIMER ENCUENTRO

Aquella tarde del encuentro
nos miramos con recelo,
del que se yo,
en el anden
de una vieja estación
de una ciudad con historia.
 
Nos dejamos de mirar
por recato del primer beso
sutil y sin encanto,
aunque de soslayo
pintábamos nuestro retrato.
 
Comenzamos a hablar
de lo cotidiano,
mientras arrastrábamos la maleta,
como si fuese
un ayer cualquiera
de nuestras vidas dementes.
 
Tras el balbuceo cotidiano
nos miramos sin recelo
por primera vez,
un instante efímero
que parecía una eternidad.
 
entrecerrados los ojos
atrapando las lagrimas
que ascendían del corazón
pues llorar no queríamos
de rabia y emoción,
y de felicidad no sabíamos.
 
Deseaba coger tu mano
para sentir tu calor
para que sintieras mi brisa
pero las manos me temblaban
como los tallos del arrozal
de tu albufera.
 
Tú no dejabas de hablar
escondiendo la locura
del encuentro
que acababa de comenzar
y que no sabíamos
como iba a finalizar.
 
Nos olvidamos del pasado
viviendo el presente
del momento,
encerrando el tiempo en la habitación
mirándonos sin miedo
dejando hablar al corazón.
 
Cabalgamos toda la noche
por el bosque de nuestra locura
y en el amanecer del nuevo día
juntos navegamos con el tiempo
en el océano de nuestras vidas
recordando el encuentro en la estación.

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