LA SOLEDAD DEL POETA

Ante el amplio escritorio de nogal,
sentado en su raído sillón de cuero
cercado de libros y folios
la luz de una vieja lámpara
perfila la silueta encorvada
del poeta embebido en su interior,
sigilosa ella, siendo testigo muda
de su inspiración.
 
En la penumbra de la habitación
la soledad del poeta camina,
sonríe, llora, esta triste y se equivoca
la soledad, ella es reservada y callada,
por eso deja que el poeta
vuele alto en su sueño,
como gaviota sobre el mar,
en busca de su versos, de su prosa.
 
Ella, la soledad, se ha acostumbrado
a la sombra de la mano del poeta
cuando dibuja, con maestría de pintor,
palabras sobre el blanco folio,
mudas palabras son
sentidos pictogramas son
de la inspiración.
 
A veces el poeta
a su mano le susurra,
que escribe al dictado
del arrebato del sentir
de la inspiración,
lo absurdo de la vida
que hace que unos versos
llenen los huecos de la razón.
 
Versos que enmascaran
los susurros de unos sentimientos
atrapados tras la Bauta del Zendale
en el horizonte del pasado,
perdidos en el bravío mar
del presente, poniendo popa al futuro,
donde navega el velero del poeta
angustiado en su soledad.
 
Cuando la sombra de la mano
del esquivo poeta
se desvanece en el blanco papel
el poeta, mitiga la luz de la lámpara
y le dice a la inspiración:
déjame un momento na mas,
que mañana te prometo
un poema, unos versos, dedicados a ti.

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