28 Dic LA ULTIMA CARTA… Y LA UNICA
Esta mañana me he levantado decidido ha concluir la carta que hace casi veinte años comencé a escribir, hasta hoy no había encontrado el momento de sentarme ante la pantalla de mi ordenador a hacerlo, y las veces que lo intente nunca fue posible, pues no encontraba las palabras. Quizás por pereza, o quizás fuesen los remordimientos los que cerraron las puertas de mi mente, la maldita desazón por sentirme culpable… puede ser.
El caso es que hoy he decidido ponerle fin. Y de alguna manera cerrar ese capitulo del libro de mi vida.
La remitente de esta epístola es la persona que compartió durante años los ingenuos momentos de mi juventud… bueno no tan ingenuos, aunque si la juventud.
No se si tú me recuerdas, ni como me recuerdas, y si te preguntas si yo te recuerdo. Pues claro que te recuerdo. Cómo iba a olvidarme de lo que significaste en mi vida. Pero eso no significa que quiera volver a repetir el pasado. Cada día que ha pasado, a sido un día más de alejamiento… Algo de lo que egoístamente me alegro.
Pero también te aseguro que no querrías estar a mi lado. Sigo con mis malas mañas, mis silencios y mis prontos, y por supuesto he dejado de fumar en pipa. De algo tengo que morir, claro que tengo cientos de motivos por los que morir y bastante menos por los que continuar viviendo. Imagino que por simple pereza, aunque la verdad es que llevo muchos años viviendo y cambiar de estado me resulta una gaita. Además, tampoco molesto a nadie si sigo haciéndolo. Hace tiempo que deje de preocuparme de si le interesaba o no a alguien, al que le intereso me tiene a su lado, y al que no, no voy a preguntarle.
Pero todo eso da igual. Sigo aquí, entre estas cuatro paredes de este mundo caótico y de vez en cuando la casualidad hacé que observe tú retrato. Lo cierto es que tu amigo Javier supo captar muy bien tu esencia. En el brillo de tus ojos, quedó muy bien reflejada tu malicia, tu incuestionable capacidad para destrozar los sueños de los que te rodeaban. Durante estos años de alejamiento, la vida me ha enseñado que hay personas que nacen con la voluntad, convertida en una misión personal, de hacer infelices a los demás. Tú eras una de esas personas. Otras sin embargo decidimos seguir soñando, esperando que un día se hagan realidad… no todos pero al menos algunos.
Es curioso cómo el reloj del tiempo no mitiga el dolor. Tal vez sea porque está profundamente incrustado en nuestro más profundo interior, que, simplemente, no sea capaz de desvanecerse por mucho que se desprendan los números del calendario del tiempo.
Ayer, casualidad del destino, encontré tu carta. Estaba mustia y húmeda. Sí, lo reconozco: ha pasado mucho tiempo desde que rompimos, pero nunca me había dado por abrirla y leerla, y al hacerlo he abierto el oscuro armario de mi memoria. Lo cierto es que todo parece estar como aquella mañana de Abril. El fotograma que guardo de aquella mañana es gris, y oscuramente helado. Fiel reflejo de lo que eras.
Sé que soy un majadero, por abrir en esta fechas ese oscuro armario para enfrentarme a las mascaras del pretérito, seguramente habrá alguien que me diría que soy un romántico, por volver sobre los recuerdos de un amargo pasado, pero hacé tiempo que necesitaba hacerlo si quiero tener espacio suficiente en el disco de mi memoria para los nuevos recuerdos de mi vida alejado de ti… que son muchos y agradables.
Esta carta puede resultar absurda, como absurdo es intentar hablar con la sombra de tu ausencia. Tal vez todos necesitemos de nuestro momento de redención. Tal vez durante estos años no he sido capaz de ganarme tu perdón. Y reconozco que quizá por eso te he odiado durante años. Aunque más que odiar, es más bien desafecto. Sí, eso es, desafecto, desapego, indiferencia. En eso tú eras una buena maestra, pues me dabas lecciones a diario. No fuiste precisamente una esposa amorosa, dar caricias nunca fue tu fuerte. Siempre pensé que la mujer a la que conocí un verano en la playa, se fue en el amanecer de la noche de bodas sin decir adiós ni dar explicaciones. Aquella mañana de Abril cuando salí de tu vida me dijiste sentada en la cocina; no hay perdón para el perdedor, los cobardes solo huyen…
Que te diera dos hijos no ayudó a recuperarte. Mas bien lo contrario, pues también a ellos los perdí, aunque albergo la esperanza de recuperarlos algún día… espero que sea el nuevo año que asoma por el horizonte. Si el destino a si lo dispone les estaré esperando con los brazos abiertos y sin reproches. Eso si, escuchare los suyos que deben ser unos cuantos, y daré respuestas a sus preguntas con total sinceridad…
Sí, se de sobra que cumplíamos con lo socialmente exigido pero no éramos felices y eso lo mamaron los niños desde que nacieron. Ellos se quedaron contigo fuero nuestra casa, tu casa, y yo salí de ella con lo puesto, pues no quise llevarme recuerdos que oliesen a ti. Fue duro, lo se, pues he vivido con remordimientos todos estos años por no haber dado la vuelta, no por ti, sino por ellos. Pero el destino que es caprichoso lo ha dispuesto así.
Y ahora, después de casi veinte años. encuentro esta carta ajada y manoseada. Si cuando te llame me hubieras hablado, podríamos haber llegado a un punto de encuentro, a un espacio común, a intentar algo, lo que fuese, por el bien de ellos Pero no me dijiste nada, y pensé que, simplemente, no me querías a tu lado. Te acuerdas cuando busque un nuevo trabajo y alquile el apartamento en otra ciudad, mi ciudad de la infancia, ¿te acuerdas? La lejanía era total ya entonces. La frialdad me quemaba las entrañas. No éramos pareja, ni amantes, y apenas éramos amigos, pero si una familia perdidos en el bosque de nuestros egos. Era absurdo mantener una mentira cuando ya no tenía sentido ni motivo aparentar falsa armonía conyugal. Y ahora, al leer tus palabras, y al recordar mi pasado, me planteo si hice bien alejándome de ti y de los niños, que hoy ya son hombres.
Creo que en el fondo, no éramos tan dispares, ¿sabes?, no éramos tan ajenos el uno al otro. Pero el silencio se interpuso entre nosotros y nunca supe qué se escondía detrás de tu mirada cuando se perdía por la ventana. Pero ahora lo sé. Ahora que ha pasado el tiempo, ahora que he vivido momentos, instantes de mi vida compartimos con otra persona, ahora que fumo en el salón y no me acuesto en tu cama. Ahora qué más da lo que sentías tú o lo que sienta yo. Ahora ya no sirve de nada el recordar si hubo momentos felices en nuestra vida. Que los hubo, pero de que sirve si ya están olvidados.
Las palabras de esta epístola no son mas que mariposas trasparentes para mi desahogo, que serán consumidas por el fuego de la chimenea, junto a tu carta. Y con el fuego me libero de ti. De tu mentira, de mi mentira, de tu silencio, de mis silencios, de mi soledad, de mi frustración y de la tuya, de mi cobardía y de tu traición. Será el fuego el encargado de borrar ese loco amor que sentí por ti, y por supuesto ese loco amor tuyo que sentías por él innombrable cuando estabas entre mis brazos susurrando su nombre, aunque él no sintiese lo mismo que tu. Nunca vi en tus ojos esa pasión que ingenuamente intentaste encontrar en mí aquella tarde de verano y en nuestra noche de bodas, esa pasión que nos arruinó la vida.
Las llamas del fuego de la chimenea será el encargado de pasar página, el encargado de perdonar, de perdonarte, de que te perdones, y de que me perdones por no haberlo visto, por no haberlo ni siquiera imaginado. Tengo que reconocer que siempre se te dio bien jugar con cartas marcadas. Yo sí quise estar a tu lado. Y pagué un alto precio por quererte.
Ahora, con sesenta años, comienzo a entenderte. Ahora que comparto mi vida, mis recuerdos, mis sentimientos, con otra persona, que comparto con ella mis momentos y mis instantes haciéndolos nuestros, ahora lo entiendo y, por eso, te perdono. Ahora sé que no era yo el perdedor al que te referías, sino que eras tú.
Pero te digo que perdimos los dos. No hay batalla ganada. En todas mueren ilusiones, pasiones, corazones. Y el mio murió una mañana de Abril y una tarde de agosto de hacé siete años en una ciudad milenaria, volvió a revivir para vivir renovadas ilusiones y pasiones, bajo el cálido sol de nuestros corazones.
Donde quieras que estés, tuyo siempre. Miguel.
lucesysombras
Posted at 12:34h, 29 diciembreMe alegro que la pusieras punto y final a la carta
Esas cosas hay que cerrarlas
Y desahogan un poco el corazón y el alma
Abrazo
pippobunorrotri
Posted at 22:38h, 29 diciembregracias
Junco y Gacela
Posted at 12:36h, 29 diciembreUna seria y profunda carta como si fuera real, de las.que cuesta escribir.
Sabes, anoche estuve leyendo algunos blog con el perfil de «pensamientos», que sussite mientras Libro Solidario, y cuando abrí uno y le di a me gusta, lo quité, sabes porque? Porque era ayer. Mi hoy son mis haikus y mis amigos los que leo aquí . Ya no más importa. El ayer se fue. Y la confianza en el hoy es lo realmente importante, en cierta manera, entiendo la carta.
Me extendi lo siento. Nos leemos, solo aquí.en Junco y Gacela, no más.
Rubén Garcia García - Sendero
Posted at 02:30h, 30 diciembrePunto final <pippo. abrazo y feliz año
Slictik
Posted at 11:56h, 06 eneroEl género epistolar tiene una gran fuerza, porque aúna la primera persona del diario más íntimo y emocional con la personalidad del destinatario que siempre se transparenta entre líneas. Además en este caso el tema dramático de la ruptura sentimental le da una fuerza enorme. Los que hemos vivido esas rupturas sentimentales, el ver a los hijos que sufren sin que se pueda evitar, las noches de insomnio, el bucle de repasar una y otra vez el pasado buscando posibles alternativas al camino que finalmente se tomó, sabemos muy bien que hay que pasar página o te quedas para siempre en la tumba del recuerdo. Con todos estos ingredientes el texto tenía que ser necesariamente intenso, profundo, emotivo, humano hasta las lágrimas, pero es que además está muy bien escrito, con un estilo sencillo, directo, concreto, en el que se expresan los pensamientos y emociones con claridad e intensidad, sin dar vueltas en el tiovivo de la emoción descontrolada, repasando con sinceridad unos recuerdos que nunca mueren porque no podemos matar nuestro pasado, ni mucho menos cortar las raíces de nuestro árbol de la vida. Para mí los mejores textos literarios son los más sinceros, donde no se busca confundir al lector con trucos literarios para que se pierda en un laberinto ficticio. A pesar de que algún escritor consagrado ha llegado a decir que un narrador nunca debería utilizar su vida en la ficción, yo estoy en total desacuerdo, si no pones tu propia carne en el asador no puedes alimentar realmente al lector, solo entretenerlo descascarillando pipas, algo que no niego que pueda llegar a ser muy entretenido pero que no alimenta, los buenos lectores de literatura no son comedores de pipas sino auténticos caníbales que se alimentan de la carne del autor que él mismo ha puesto a la barbacoa y buscado el punto justo. La literatura que no es humana y que no busca la profundización en la naturaleza humana y la comunicación más íntima, es una literatura de entretenimiento, partidas de ajedrez que por muy buenas que sean no dejan de ser movimientos de piezas sin vida. Un saludo y felicitarte por un gran texto, donde hay humanidad y calidad literaria.