Cuando vuelves a casa ahí la encuentras, como siempre, intentando halagarte, como siempre con el miedo sujetando sus palabras.   Es tu lacaya, tu escoba, tu saco, donde dejas tus frustraciones, y ella de rodillas suplica que no la mires tan siquiera.   De algún modo vive, entre tu engaño y sus errores que culpas le pone, y la mentira de la esperanza encerrada en un...