Los humeantes ojos de la confusa ciudad miran la noche amasada de negro azabache y ambarino oro. Las distantes estrellas iluminan con su reflejo, en el río de su cielo, la indolente modorra de su día gastado; los candiles, las farolas de sus bulevares alineadas como regimiento de zapadores, vierten el blanco de sus entrañas sobre el negro asfalto, mostrando agitadas su desgastado...