En los profundos surcos de mi alma cincelada por el tiempo tallado, cohabitan, cual mortíferas formas el dolor  quemado de vuestro recuerdo. Hijos.   Porque como padre no puedo odiaros solo amaros puedo. Hijos.   Vivís dentro de mi como retratos olvidados de mi frió corazón, por lo que perdón pido. Hijos.   Sois la memoria que me acompaña en los albores de esta vida mía desgastada por los susurros...