LA INGENUIDAD DE UN NIÑO

Yo era todavía un niño chico. Y entre las muchas cosas que había en casa de mis padres que me deslumbraban (mas adelante relataré alguna anécdota con alguna de ellas) estaba el viejo teléfono, de la época, de los sesenta, que era una antigua caja de madera colgada en la pared, con el auricular suspendido a su costado.

En mi memoria tengo el recuerdo, como si fuese aquel mismo instante, que lo que más me intrigaba, yo creía entonces, que en su interior vivía un pequeño genio, muy inteligente y amable que sabia todas las cosas; la hora que era, el tiempo que haría al otro día, el horario de los trenes en los que viajaba mi padre, los números de teléfono de los amigos de mis padres y de mi colegio, y su amabilidad para decir todo lo que mis papas deseaban comunicar a sus amigos y a mis tíos .

Ardía en deseos de conocer el nombre de se mago chiquito que estaba dentro de la caja de madera, así que un día me puse a escuchar todo lo que mi madre le contaba, hasta que descubrí que ella lo llamaba “sidigameporfavor”.

Siempre, incluso ahora, he creído que las cosas mágicas tenían y tienen nombres largos, como “abracadabra””notabilísimo””saxofonista”….

Mi primer contacto con “sidigameporfavor”se produjo un veintidós de Diciembre, un día que no olvidare nunca, cuando mi madre se fue a visitar a una vecina, a contarle lo que por la mañana había dicho la otra caja mágica que había en mi casa, “la radio”, pero esa caja es otro recuerdo para mas adelante, bueno como decía cuando mi madre me dejo solo en casa con la tata Felisa,

El tata era la señora que había criado a mi madre y que estaba en casa para ayudarla y cuidarme a mí y mis hermanos. Yo aproveche para bajar al sótano, sin que se enterase la tata que estaba en el jardín protegiendo con un plástico las flores de mi madre, ya que anunciaban nieves para ese día y el frio ya se colaba por las rendijas. Como decía baje al sótano en donde mi padre tenía un tallercito casero, su refugio como él le llamaba, me puse a golpear con el martillo hasta que me di tal martillazo en un dedo que este se hincho hasta ponerse como una morcilla de las que hacia mi madre y el tata.

No ganaba nada con gritar como un loco, pues en la casa no había nadie para escucharme.

Pero entonces… qué maravilla!!! Me acordé del genio «sidigameporfavor». Subí tan rápido como pude, descolgué el teléfono y le hablé:

-«sidigameporfavor»-. En efecto, él estaba allí. Y además tenía una suave voz de mujer. Tal vez en vez de un genio era una duende…pensé para mí.

En cuanto la duende me respondió, y ya que había alguien para escucharme, me puse a llorar con todas las ganas, y como pude le conté lo que me pasaba.

 -«Estaba sólo en la casa, y me había golpeado un dedo, y… «sidigameporfavor» me preguntó

-«¿Puedes alcanzar en la nevera los cubitos de hielo?».

Le dije

-«sí, puedo». Conteste con mi voz llorosa.

 Y me explicó que los aflojara bajo el chorro de agua, que sacara uno y me lo pusiera sobre el dedo. Eso me hizo mucho bien y pensé que tal vez «sidigameporfavor» había hecho un poco de magia para ayudarme.
Desde entonces yo llamaba en secreto a “sidigameporfavor» para consultarla por todo: «¿Cómo se deletrea y se escribe: «fijar?». «¿Cómo se calcula el área de un cuadrado?». «¿Cuál es la capital de Bélgica?».  Y en seguida,»sidigameporfavor» me decía todo, con una paciencia extraordinaria y me lo repetía si era necesario.
Pero creo que la ayuda más grande que “sidigameporfavor” me dio, fue un día cuando mi adorado canario apareció muerto en su jaula. Eso me dolió mucho más que el martillazo en el dedo. Llamé a «sidigameporfavorr» y le conté mi profunda tristeza. -“¿Puede usted explicarme, – le pregunté- cómo es posible que un pobre pajarito que pasa el día cantando para alegrarnos a todos, termine un día caído sin poder moverse, en el piso de su jaula?”.

Pensó un momento, y luego me dijo:

-Tú sabes, hay otros mundos adonde ir a cantar…

Aquellas palabras me consolaron porque imaginé al pajarito feliz, cantando en otro mundo, tal vez más lindo que el nuestro.
Un día, cuando ya habíamos hablado algunas veces más, me preguntó mi nombre. Yo le dije

-Miguel.

Y ella me dijo

-Me puedes llamar Amanda.
Algunas semanas más tarde, mi padre fue trasladado a causa de su trabajo y fuimos a vivir bastante lejos del pueblo en donde telefoneaba a Amanda.
En la nueva ciudad, cuando llamaba por teléfono a «sidigameporfavor», me contestaba alguien que no era Amanda y a Amanda nadie la conocía.
Tuve una gran pena…
Luego crecí, y me enseñaron cómo funcionan los teléfonos y aprendí que los genios no existían. Entonces tuve más deseos de conocer a esa segunda mamá que era Amanda.
Un día, siendo ya un joven empleado, tuve que hacer un viaje en avión y descender en tránsito cerca de mi antiguo pueblo natal. Tenía media hora entre dos aviones. Así que fui al teléfono público, llamé y pedí a Amanda. Cuando ella me respondió, le pregunté:

-Amanda, podrías decirme… ¿Cómo se deletrea «fijar?.

Pensó un momento y me respondió:

-Espero que tu dedo ande un poco mejor.

Y entonces los dos estallamos en una carcajada simultánea.
Le conté mi nueva vida, mi empleo, y le agradecí todo lo que había hecho por mí siendo niño. Le dije todo lo que ella había significado en mi vida. Pero entonces fue ella la que me dijo:

-Soy yo la que te debe mucho. No puedes imaginarlo: siempre soñé con tener un hijo, pero no lo tuve; y tú llenaste de manera formidable ese vacío…

Cuando nos despedimos le prometí llamarla cuando volviera, pues seguramente tendría que hacer un viaje similar algunas semanas después y podría ir a conocerla.

Pasó un tiempo y el nuevo viaje se produjo. Entre el cambio de aviones llamé a la central telefónica.

-Amanda, por favor.

-¿Es usted un pariente de Amanda? – contestó otra telefonista.
-No, pero somos viejos amigos, dígale que es Miguel».
-Señor, -me respondió la telefonista- lamento tanto darle esta mala noticia, pero Amanda falleció hace 15 días. Últimamente estaba muy enferma y trabajaba solo medio tiempo, hasta que la perdimos. Todos la extrañamos tanto… Pero, espere un poco… ¿Usted me dijo que se llama Miguel?”.
-Si, señora, Miguel…
-¡Ah!, Amanda me dejó antes de abandonar el trabajo una notita para usted. Espere… ¡aquí está! Ella me dijo que usted comprendería, la nota dice: «Miguel, hay otros mundos a donde ir a cantar». ¿Usted puede comprender?
-Sí señora, -pude apenas articular- comprendo… muchas, muchas gracias y adiós.

Faltaban unos minutos para la partida del avión. De vuelta hacia la puerta de embarque me di cuenta que tenía los ojos húmedos…

9 Comments
  • carlos
    Posted at 21:56h, 10 abril

    Es un relato muy hermoso. Gracias por compartirlo: Un abrazo.

    • pippobunorrotri
      Posted at 22:08h, 10 abril

      Gracias por leerme, un saludo

      • carlos
        Posted at 22:10h, 10 abril

        Es un placer.

  • pazlabrasdeluz
    Posted at 23:55h, 10 abril

    Un gran relato que desprende olor a la arcadia de nuestra niñez. Es hermoso revivir nuestro niño… y lo has conseguido

  • Cristina
    Posted at 12:25h, 11 abril

    Muy triste pero muy hermoso al mismo tiempo. Me ha encantado.

  • Ana María Otero
    Posted at 13:26h, 11 abril

    Me encanta. Gracias Pippo