LA RUPTURA

Por fin todo terminado

ya no existe lazos, ni ataduras

que hagan de nuestra vida

el calvario de un infierno;

todo está roto,

todo es pasado,

y la amargura, reposa al fin

en el aljibe del olvido

y nuestro corazón

cumple su deseo.

Ser libre.

 

Nos amamos un tiempo

de pasión y deseo…

fue un error… fue u desvarió…,

que fantasías cumplimos

que con mentiras distraíamos,

pues la verdad era tan amarga

que no nos atrevimos a aceptarla

por la decepción de nuestro orgullo;

otra equivocación de nuestra altivez,

de hombre arrogante,

de mujer soberbia,

pero ahora todo ese tormento,

toda esa frustración

que la trague el olvido

para que el corazón vuele libre.

 

Nos hemos despedazado

sin clemencia,

por culpa de mi orgullo,

por culpa de tu soberbia…

una y otra vez

con dos bandos enfrentados

batallas comenzamos,

que ninguno ganábamos,

retirándonos a nuestros aposentos

para lamer nuestras heridas

de una guerra

perdida de antemano

que solo deja desanimo

en los dos bandos

que solo deja desanimo.

 

Mas te diré

que de mi boca

murmullo alguno saldrá

que acuse tú proceder…

si acaso el mío.

 

Ninguno de los dos,

en alguno momento de la guerra,

mostró ser tolerante,

más bien lo contrario;

los dos la razón y el mando

deseaba poseer

para tener al otro subyugado,

gran necedad la de los dos

por creer que el mando da poder

cuando el poder también es

saber transigir y renunciar.

 

Ya todo ha terminado,

nuestro castillo hemos derribado,

de nada sirven los lamentos,

ni el orgullo, ni la soberbia;

ya navegamos

cada uno en nuestro velero

con nuevos vientos

hacia otros puertos,

que acojan con desvelo

nuestra felicidad perdida.

 

Pippo Bunorrotri.

 

 

 

 

 

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