12 Nov MAR DE SILENCIO

Hace tiempo, mucho tiempo ya,

que entre nosotros, padre e hijo,

hay un Mar de Silencio.

Sé que vives, sé que me quieres;

que caminas por el mundo con tu orgullo,

yo camino con la angustia de mi altivez

queriéndole en el recuerdo.

Sin embargo desearía, que un blanco velero

cruzase este Mar de Silencio

trayendo tus adjetivos y adverbios

sin olvidar la preposición,

llevándose mis palabras

de arrepentimiento.

Me aterroriza la inerte calma

de esta inmovilidad nuestra,

donde la petulancia de uno

y la arrogancia del otro

nos anclan en puerto.

La incertidumbre y la ansiedad

perturban mi alma cansada;

por eso solo pido un verbo

en una ola de este Mar nuestro

para renovar la esperanza

de lo que quiero.

Soy esclavo del amor,

de un padre a un hijo;

encadenado al absurdo

del tanto doy, tanto recibo,

como el incienso del botafumeriro

que solo da cuando se mueve.

Así es la fragancia

de este cariño nuestro

que flota a nuestro alrededor,

estúpida soberbia

de dos petulantes orgullosos.

Desde el púlpito del padre

lanzo discursos pobres

y sus palabras vacías

se sienten.

Sin embargo,

arrastro las palabras por el viento

para aliviar el alma,

siendo consciente

del conocimiento

que el silencio

deja en la mente.

Que mísero es el cariño

de un padre y de un hijo

que necesita las palabras

para expulsar sus dudas

y alimentar el afecto

que el silencio guarda

en los pliegues del tiempo.

El alma tiene un verbo profundo

y en su prosa deja la sabiduría

que nace del alma.

Por eso quisiera

que en ese Mar de Silencio

navegase mi blanco velero

con un verso de mi palabra

de un sincero arrepentimiento

mostrando ese cariño

de padre a hijo

que transita en el viento

de este Mar de Silencio.

Pippo Bunorrotri.