SUSURROS DEL PASADO III

“Algunas veces queremos regresar al pasado, pero en el futuro… querremos regresar, más veces, al presente.”  
 
Desde que el nombre de Pascual Fonseca ha aparecido en escena, algo en mi interior se mueve inquieto, tratando de apoderarse de mi mente. En este instante tengo la extraña convicción-sensación, que a veces sentimos, de que alguien que ha estado en nuestras vidas en el pasado, en un momento determinado, retorna de ese pasado para hacerse realidad en el presente.
En este caso, mi querido amigo Pascual Fonseca. Pafo
Mi mirada nerviosa recorre la habitación intuitivamente, tratando de hallar alguna cámara que me esté observando, no quiero testigos, ya que mis recuerdos, como caballeros andantes de la corte del reino pretérito, pretenden sentarse en la mesa redonda de mi mente para interrogarme con sus preguntas. No hallo nada que perturbé mi mente, me encuentro solo en esta sala. Desde que he tomado la decisión de desechar la idea, en la que llevaba enfrascado desde hacía ya casi tres años, de escribir sobre la vida de mi amigo, me siento más tranquilo, menos irritable, en una palabra, más feliz de lo que hacía tiempo me había sentido. En la tarde en que toda la documentación que había localizado y atesorado durante esos tres años, fue depositada en los estantes de las palabras perdidas, mi vida se ha simplificado, se ha reducido a un claro problema, al que ya le he hallado su solución. Pero, en la madrugada de este día, todo se ha convertido en una enorme pesadilla, mi mente se encuentra inmersa en la “teoría del caos”, en la que braceo a contracorriente para poder salir de el, se me antoja una ardua tarea. Siento la necesidad de que mi conciencia cabalgue libremente por la pradera y por el desierto de mis recuerdos.
Aunque Fonseca siempre ha estado presente en mi vida, en un rincón de mi mente, tratando de gobernar mi destino. Creo que Pascual Fonseca es el punto de partida, donde todo empieza para mí…, es muy posible que sin él yo apenas supiera quién soy…
La ausencia de respuestas a mis preguntas me está haciendo viajar a ese mundo interior de mi conciencia como si fuese la de otro; el miedo a la verdad de mis preguntas es el que me hace que comience a vagar por los recuerdos de mi pasado sin yo proponérmelo, como si de un caballero andante se tratase en busca de su Dulcinea…
La mente es un monstruoso misterio, uno está convencido de que tiene un recuerdo, pero en realidad es el recuerdo el que te tiene atrapado a ti.
…Nos conocimos, incluso, antes de que supiéramos hablar. Siendo unos simples bebés con pañales gateando por la hierba del jardín trasero de la casa de mis padres. En la plaza de San Isidoro, entre las calles Sacramento y Fernando G. Regueral. Recuerdo que antes de que cumpliésemos los cinco años…
»Cuando a mi mente acuden los recuerdos de mi infancia, veo a Fonseca a mi lado. En los fotogramas de esos recuerdos, aparece la figura de dos chiquillos que salían de su casa corriendo, después de haberse llenado los bolsillos de migas de pan, que habían sisado en la cocina sin que nadie los viese, para ir a sentarse en la plaza de las Palomas en el bordillo de su fuente, y meter sus pequeñas manitas en los bolsillos de sus pantalones cortos sacando un puñado de migas de pan entre sus dedos, lanzándolas por encima de ellos para que acudiesen raudas las palomas sobre nuestras cabezas y hombros encogidos para picotear las migas de pan a nuestro alrededor, cuando estábamos abordados por el revoloteo inquieto de las palomas, Pascual y yo nos mirábamos a los ojos, con una sonrisa pícara de complicidad dibujada en nuestros rostros. Haciendo al unísono un brusco movimiento con nuestros diminutos cuerpos para que estas emprendieran su nervioso vuelo repentinamente. Los dos con la boca entreabierta y la amplia sonrisa dibujada en nuestros infantiles rostros, mirando como las palomas revoloteaban dando círculos nerviosos sobre nuestras cabezas, hasta que cansadas de su aleteo se posaban con sutileza sobre la torreta de la fuente. O como, con zalamerías de chiquillos ingenuos, convencíamos a mi tata, Herminia, para que los sábados por la tarde nos llevasen a la plaza del Trigo a ver el teatrillo de marionetas… Cómo lo disfrutábamos.
»No éramos más que dos inocentes chiquillos de lo más corrientes, descubriendo el espacio que nos rodeaba y exprimiendo su tiempo. A los dos se nos rompían las rodilleras de nuestros pantalones de estar casi siempre de rodillas sobre el frío suelo de piedra o de tierra, algo que nos había costado más de una colleja de nuestras madres. Si uno llevaba un jersey con coderas de eskay, al otro día el otro también las llevaba, Si a uno le compraban unos zapatos Gorila, el otro insistía hasta la saciedad, para que se los comprasen.
»Leíamos las historietas de los tebeos, de Zip y Zape, El Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón, Tintín, Carpanta, El botones Sacarino, juntos tirados sobre la alfombra de su habitación. Hacíamos apuestas a ver quien hacía más ruido sorbiendo la sopa o el puré de garbanzos, que detestábamos, y cuánto tardaban en ser el primero al que le diesen un capón, cuando eso sucedía, el otro se burlaba sacándole la lengua y haciéndole muecas, lo que suponía un nuevo capón… No éramos más que dos niños corrientes con ansias de descubrir los misterios de la vida.
»Él era quien estaba conmigo, y yo con él. Con quien compartía las horas del día y los sueños de la noche, a quien le confesaba mis secretos, y él me confesaba los suyos, él era a quien veía cada vez que apartaba la vista de algo, espiándome…
»Ahora mismo, con el paso de los años vividos, tomo conciencia de que el hombre vive y muere, lo cual no deja de ser una obviedad. Pero no es menos cierto que lo que sucede entre estos dos puntos extremos, la vida y la muerte, tiene sentido. Aunque la realidad es que solo tiene sentido en el momento preciso en que se está desarrollando, el presente, después de ese momento, su sentido se pierde en el empedrado sendero del pasado, mientras caminamos altivos hacia la oscura senda del incierto futuro…

1 Comment
  • KOBO73
    Posted at 08:59h, 29 noviembre

    ¡Muy bueno! ¡Gracias!