SUSURROS DEL PASADO IX

“Cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar. Siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieto, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve dónde él te lleve”.
 
 
Luis, desde que han llegado al restaurante, no deja de mirar sin mirar, viendo de soslayo a su amigo, esperando alguna reacción de él, algún comentario sobre lo que piensa de lo sucedido, pero de momento no se había producido, como mucho algún monosílabo como respuesta a sus espaciadas preguntas en el minutero del gran reloj del tiempo. Está mudo y ausente, con una mirada vacía, carente de su seductora luz. A Luis empieza a preocuparle lo que esté pasando por su cabeza. Desde que lo conocía, y de eso hace ya casi tres lustros, solo lo había visto así en una ocasión, y nunca ha llegado a saber la razón de la misma.
Desde que han salido del edificio de la dirección general, Luis veía a Nicolás con cara de idiota, lo tiene frente a él, pero él no estaba allí, se pregunta a que es debido el silencio de su amigo, su ensimismamiento.
¿Habrá ocultado algo?, ¿Habrá dicho más de la cuenta?, o, simplemente, ¿será porque se había terminado la presión?
Quizás la vuelta a la prosaica rutina desconocida del día a día le tenía desconcertado, algo que no cree, ya que Nicolás no es de los que se dejan turbar ante un problema, cualquiera que fuese el motivo, el caso es que no es el de siempre.
Nicolás Beltrán está ausente, pues solo responde como un autómata con frases hechas a las preguntas que Luis le plantea. Está raro, aunque no era para menos después de lo sucedido.
Su mente le trae el recuerdo de como era su amigo.
Nicolás no acostumbra a ser de esas personas que se queden sin palabras, sino más bien todo lo contrario, ya que las palabras son el ADN de su personalidad, pero en estos momentos esa personalidad se encuentra amordazada ante lo inesperado de la oscuridad en la que se ha visto sumergido por el inesperado tifón de los acontecimientos que han surgido en el sueño de este día.
Nicolás es de esos hombres que es poseedor de un rostro con una mirada que nos muestra el gesto apacible de quien ha caminado por las sendas de este mundo, durante una buena parte de su vida, sabiendo en cada momento lo que quería de ella. De esas personas cuyos ojos no tienen un color definido, pues, seguramente, lo ha perdido de mirar las distintas tonalidades de luz que ha visto en su deambular por el mundo. Su mirada es como un arco iris de luz y color, una misteriosa mirada seductora que te invita a que conozcas lo que se esconde tras ella. Él es amigo de lo desconocido, a la que respeta, como quien respeta a su mentor, y lo desconocido le corresponde con el mismo respeto que él atesora hacia el misterio que encierra lo desconocido…
Nicolás y Luis están instalados en el rincón del comedor del restaurante Piñera, en la mesa habitual de Luis.
Acaban de deleitarse con un entrante de jamón ibérico y unas endivias roquefort, seguido de un entrecot a la pimienta. Luis había elegido regar la comida con un vino de Rueda, un Vega Sicilia Reserva 2008. Nicolás apenas se había llevado un par de lonchas de ibérico a la boca y escasamente un tercio del entrecot. No tenía apetito y solo se mojaba levemente los labios con el borde de su copa. Habían terminado y están esperando a que les sirvan el café y un par de whiskys que han pedido para la sobremesa.
El restaurante se encuentra prácticamente lleno con su clientela habitual. Las miradas furtivas de soslayo se cruzan en el salón sobre el rincón donde se encuentran aposentados, los reconocen, y cuando estas vuelven a su posición natural, se convierten en cuchicheos llenos de preguntas y respuestas, sobre lo acontecido hacia veinticuatro horas.
Con toda seguridad, las especulaciones están corriendo como corre la lava caliente de un volcán en erupción por la ladera de la montaña, atropellando todo lo que encuentra en su rodar ladera abajo.
–Nicolás, ¿te preocupa algo de lo que has dicho o que no hayas dicho ante el comisario y la fiscalía?
–No, ¿por qué?
–Te noto como apagado, apesadumbrado por así decirlo. Más preocupado de lo acostumbrado en ti.
–Perdona, en esto momentos no soy el mejor contertulio. Pero, la cabeza no para de darme vueltas.
–Estas como ausente. Algo te ronda en el interior de tu cabeza… No has abierto la boca desde que abandonamos la dirección general.
–Tengo motivos, ¿no crees?
–Sí, sí, por supuesto que los tienes pero…
–No todos los días te dan la noticia de que han asesinado a la persona que quieres y a la que respetas.
–Por supuesto… Lo entiendo.
–¿Lo entiendes?…, porque yo no.
 
CONTINUARA

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