EL AMOR

El amor vespertino se reclina en el jardín del edén,

antes de que el manto de la noche cubra la campiña,

antes de que la arcilla erija héroes con el légamo del pantano,

antes de que el miedo sienta el frío ferruginoso del olvido,

antes de que el remordimiento sea pecado original

el vespertino amor se desvanece en el sueño eterno.

Cuando el corazón, ese insaciable órgano latente,

entre lamentos susurra su nombre “dudas que corroen”

y el alma inquieta suspira deseos y arrebatos,

los deseosos labios se detienen ajados

esperando el momento de ser empapados

por los besos secretos de ese amor callado.

Cuando los dedos nerviosos, de las manos hechizadas,

bajan, con pausa determinada, por el pecho de su amante

recorriendo las sendas reservadas

del amor incondicional, que devoto acepta

ser discípulo y no cardenal,

sosteniendo la pasión y el deseo

de dos amantes enamorados.

Cuando las miradas se pierden

en el horizonte de otra mirada

que pregunta y espera impaciente

la repuesta gótica en la girola de su catedral

iluminada por el deseo de vivir enamorado,

mientras buscan la señal concreta de su amor absoluto

antes de que se desvanezca en el sueño eterno.

Así es el amor

que callado respeta

el silencio de las palabras,

y escucha al corazón

antes que a la razón

pues él es el que sabe

lo que es estar enamorado.

 

Pippo Bunorrotri.

 

 

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