22 Oct EL AMOR
El amor vespertino se reclina en el jardín del edén,
antes de que el manto de la noche cubra la campiña,
antes de que la arcilla erija héroes con el légamo del pantano,
antes de que el miedo sienta el frío ferruginoso del olvido,
antes de que el remordimiento sea pecado original
el vespertino amor se desvanece en el sueño eterno.
Cuando el corazón, ese insaciable órgano latente,
entre lamentos susurra su nombre “dudas que corroen”
y el alma inquieta suspira deseos y arrebatos,
los deseosos labios se detienen ajados
esperando el momento de ser empapados
por los besos secretos de ese amor callado.
Cuando los dedos nerviosos, de las manos hechizadas,
bajan, con pausa determinada, por el pecho de su amante
recorriendo las sendas reservadas
del amor incondicional, que devoto acepta
ser discípulo y no cardenal,
sosteniendo la pasión y el deseo
de dos amantes enamorados.
Cuando las miradas se pierden
en el horizonte de otra mirada
que pregunta y espera impaciente
la repuesta gótica en la girola de su catedral
iluminada por el deseo de vivir enamorado,
mientras buscan la señal concreta de su amor absoluto
antes de que se desvanezca en el sueño eterno.
Así es el amor
que callado respeta
el silencio de las palabras,
y escucha al corazón
antes que a la razón
pues él es el que sabe
lo que es estar enamorado.
Pippo Bunorrotri.
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