06 Ene EL SOBERBIO
Cabalga el soberbio sobre el mar
mostrando su petulancia
con la espada de jactancia
que blande al viento
desde la torre de su castillo,
el orgullo.
Pero un día, la vida,
ese juez, que juzga y no perdona
en su puesto lo coloca
como una estatua de mármol
para que el tiempo lo contemplé
por lo que no ha sido.
El soberbio es fachada
de cristal ahumado
que lustra con su engreimiento
escondiendo el miedo
de su recato…
Debajo de su orgullo
una aldea de pi-tufos
se arremolina alrededor de un fuego
que derrite el hielo de su altivez
atemperando el frío de la intransigencia.
La voces encendidas de los pi-tufos,
le dicen espera,
mas él las voces desprecia,
y sigue queriendo dominar
el tiempo de la vida.
Sus manos tendidas
le invitan a que las coja, generosas,
para caminar en la complicidad de la noche,
él no necesita cómplices
para someter a la negra noche.
Cuando un día el mundo le mira
con ojos que no ven,
porque la mirada se ha ido
en la primavera de otro orgullo,
el miedo es su sombra…
Cuando los días relucientes
que iluminaban su altanería
se han gastado en el tiempo
y las manos tendidas
son puños cerrados,
sus miedos y sus dudas
se instalan en el campo nevado
de los recuerdos de los días
en que su presencia imponía
y ahora pasa desapercibida…
El soberbio cree
que a la vida somete
sin percatarse
de que la vanidad
a la vida no le interesa,
porque con su viento
apaga sus gritos
y en la villana vejez
le muestra sin empacho
lo débil que ha sido.
Pippo Bunorrotri
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