EL MALTRATADOR

Cuando vuelves a casa

ahí la encuentras,

como siempre,

intentando halagarte,

como siempre

con el miedo

sujetando sus palabras.

 

Es tu lacaya, tu escoba,

tu saco, donde dejas

tus frustraciones,

y ella de rodillas

suplica

que no la mires

tan siquiera.

 

De algún modo vive,

entre tu engaño y sus errores

que culpas le pone,

y la mentira

de la esperanza

encerrada en un piso

de tres habitaciones.

 

Las caricias de tus manos

son golpes

que ya no duelen

pero cicatrices

dejan en el alma.

 

Tus palabras son latigazos

que laceran su corazón

maltratado por las promesas

de unos besos robados

en el parque de la felicidad

que siempre fue la mentira

de tu engaño.

 

En los días tú decides

que se viste, que se pone

sin que parezca una fulana,

de esas a las que acudes

con veinte euros

para que te bajen

la bragueta.

 

En las noches

tú la desvistes

para satisfacer

tu apetito de macho,

que esconde tu impotencia

de reprimido cobarde.

 

Como iba a saber ella

que detrás de esa fachada

de hombre afable

se esconde el ordeno y mando

de un retrograda sectario

que se cree

el centro del universo.

 

Tú has cambiado

las horas de la vida

de esa mujer

que encierras en la oscuridad

de tu mundo acoquinado,

cuando ella solo quería

compartir felicidad y besos.

 

Pippo Bunorrotri.

 

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