EN LA PUESTA DE SOL

La noche extiende sus anteojos,

en el crepúsculo vespertino

y el calor que se determina

en el ocaso de su penumbra,

mientras el rey sol

se retira a su bosque

definiendo el silencio

del horizonte.

 

 

Es inevitable, no volver la cabeza

y dejar que la mirada cabalgue

en ese indeterminado confín

grabando en la memoria

la armonía de las nubes

dibujando paisajes y figuras

que desaparecen en el principio

de los pasos del día.

 

 

Cuando la luz ha llegado

a su esplendor final,

tu pensamiento se convierte

en un mar tranquilo, apacible

donde las preocupaciones

no son más que náufragos

agotados, navegando a la deriva.

 

 

Solo el tenue viento del ángelus,

la sutil brisa del mar

y el torpe silencio

de un atardecer engalanado

que llega y se va en el adiós,

entiende la inmensidad

de los anteojos de la noche

más allá de la puesta de sol.

 

Pippo Bunorrotri.

 

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