LA CIUDAD

Los humeantes ojos

de la confusa ciudad

miran la noche amasada

de negro azabache

y ambarino oro.

Las distantes estrellas

iluminan con su reflejo,

en el río de su cielo,

la indolente modorra

de su día gastado;

los candiles, las farolas

de sus bulevares

alineadas como

regimiento de zapadores,

vierten el blanco

de sus entrañas

sobre el negro asfalto,

mostrando agitadas

su desgastado rostro ere-mítico

a la luna redonda,

que su sombra refleja

en el silencio

de la ciudad

que despierta

duerme.

 

Pippo Bunorrotri.

 

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