29 Ene ESCRITA
Entre los poemas de Machado,
en la estantería de mi biblioteca
de los poetas recordados
que ilustran las lecturas
de los minutos encerrados
de la alegoría de la vida.
Unas hojas envejecidas y estriadas
por el tiempo del olvido,
con su letra negra cursiva
inclinada y cuidada,
cuenta las confidencias
de miedos, temores
y reproches concebidos
en la soledad del silencio,
a sí mismo,
de una vida vivida
en el recelo
del que dirán…
Sus palabras son sinceras
y reales,
como los miedos
que sus días atenazaron
refugiándose en el disimulo,
viajando desde el pasado
de palabras mudas
en estas hojas pálidas
son sus sentimientos tatuados,
hasta el hoy
de estos versos olvidados.
Es la carta de un amigo
querido y recordado,
que en el devaneo
de sus últimos días,
de subirse al tren sin destino,
me dejo como legado
de una amistad
cultivada en el deseo,
en el dolor del silencio
donde anida el arrepentimiento
que perdón obtenga…
Una carta perdida
entre los poemas de Machado,
esos que sus penas contaban
ocultando su tristeza,
escrita con el rastro de su mano
expresando lo que la voz callo,
lo que ocultaron
las mudas palabras
de su silencio.
Una carta de mi querido amigo,
que peregrina en el recuerdo,
que me ha escrito esas paginas
con su caligrafía acostumbrada
inclinada hacia adelante
para que el viento se deslizase
sobre su costado perfilado,
adentrándose en mi memoria
como una sombra,
mostrándome esa herida
que no tubo voz,
pero si palabras escondidas
que a su conciencia castigaba,
porque el destino camina
intentado doblegar el dolor
que cambia la vida…
Pienso si el dolor
no es el culpable
de esa amistad cultivada
en la soledad del silencio,
desde la niñez, pasando
por todas las etapas de la vida
donde hubo instantes para la evocación,
y que ahora que tu dolor
se ha consumido en las llamas del adiós
sus cenizas vuelve a mi
para quedarse en mi memoria
de lo que fue un sueño
que nunca tubo
ni principio ni fin
por sus miedos y temores.
Pero yo sigo aquí
recordándote por lo que fuiste,
un amigo al que mis secretos confiaba,
al que las penas confesaba
y siempre estaba ahí
con los brazos abiertos
para curar mis heridas,
para alabar mis aciertos
criticar mis errores con acierto,
para escuchar mi desconsuelo
sin reproches ni ira,
para dar consejos
sin pedir nada a cambio.
Ahora que camino,
en esa edad donde retroceder
no es una opción
y mirar atrás es un consuelo,
por las calles de una ciudad
que ya es vieja
y sus esquinas cuentan leyendas,
yo te digo amigo
que siempre estaré contigo,
que siempre estarás conmigo
en el recuerdo de la memoria.
Pippo Bunorrotri.
marta catala
Posted at 08:10h, 30 eneroChulísima, Pippo. Ojo con *tuvo.
admin
Posted at 17:34h, 30 eneroGracias por tu tiempo de lectura…»tuvo» es del verbo tener…Un saludo
marta catala
Posted at 17:36h, 30 eneroDe nada, me encanta lo que haces
admin
Posted at 17:44h, 30 eneroMuchas gracias por tus palabras que son un revulsivo para seguir escribiendo. Un abrazo