24 Feb LA AÑORANZA DE UN ADIOS
Me embutí como monje
en el frio habito
del silencio profundo,
cerré la mirada
de mis ojos
hundiéndolos
en la negrura
de la oscuridad solitaria
y como ciego
palpe las letras
de un sueño
escribiendo los versos
del largo poema
de tu recuerdo.
Con la memoria
de mis dedos
tatué las letras
de mis palabras mudas
ahogando la distancia
del adiós sin mirada,
mientras el aroma
de tus besos
y la suave piel
de tus arrumacos
me traían en la brisa
de un suspiro
la añoranza llorosa
de tu figura.
Mi rostro
no durmió
en la almohada;
de tu decepción,
de tu desengaño,
de mi frustración,
de mi engaño.
Mis sonrisas, tus sonrisas
Mis pasiones, tus pasiones.
Tu ilusión, mi ilusión.
Tu anhelo, mi anhelo.
Durmieron
en la penumbra
de las sombras
prisioneras
de nuestros desvelos.
Taraceado en la soledad
de mi silencio
mi corazón cavila
tras el adiós alejado
muriendo poco a poco,
lagrima a lagrima,
sin querer el adiós
del tiempo pasado
quedando en la brisa
de nuestro viento
esos suspiros de deseos
que ahora son lamentos;
sin palabras,
sin aroma,
sin sentido.
Embutido en el habito
del frio silencio
mi sombra
se hace lenta,
mi sonrisa
es una línea quebrada,
mi mirada es oscura,
mi alma es un peregrino
sin senda ni camino,
escuchando
el silbido del viento
que me habla
de esa partida tuya
definitiva
de esa despedida mía
sin adiós.
Pippo Bunorrotri
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