LA AÑORANZA DE UN ADIOS

Me embutí como monje

en el frio habito

del silencio profundo,

cerré la mirada

de mis ojos

hundiéndolos

en la negrura

de la oscuridad solitaria

y como ciego

palpe las letras

de un sueño

escribiendo los versos

del largo poema

de tu recuerdo.

 

Con la memoria

de mis dedos

tatué las letras

de mis palabras mudas

ahogando la distancia

del adiós sin mirada,

mientras el aroma

de tus besos

y la suave piel

de tus arrumacos

me traían en la brisa

de un suspiro

la añoranza llorosa

de tu figura.

 

Mi rostro

no durmió

en la almohada;

de tu decepción,

de tu desengaño,

de mi frustración,

de mi engaño.

Mis sonrisas, tus sonrisas

Mis pasiones, tus pasiones.

Tu ilusión, mi ilusión.

Tu anhelo, mi anhelo.

Durmieron

en la penumbra

de las sombras

prisioneras

de nuestros desvelos.

 

Taraceado en la soledad

de mi silencio

mi corazón cavila

tras el adiós alejado

muriendo poco a poco,

lagrima a lagrima,

sin querer el adiós

del tiempo pasado

quedando en la brisa

de nuestro viento

esos suspiros de deseos

que ahora son lamentos;

sin palabras,

sin aroma,

sin sentido.

 

Embutido en el habito

del frio silencio

mi sombra

se hace lenta,

mi sonrisa

es una línea quebrada,

mi mirada es oscura,

mi alma es un peregrino

sin senda ni camino,

escuchando

el silbido del viento

que me habla

de esa partida tuya

definitiva

de esa despedida mía

sin adiós.

 

Pippo Bunorrotri

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.